EL INSULTO: El inestimable poder de la palabra

El insulto (L'insulte, Ziad Doueiri, 2017, LIB)


Todo aquel que me conoce un mínimo sabe perfectamente que nunca he ocultado mi total y absoluta predilección por la categoría de "mejor película de habla no inglesa" de los premios que cada año entrega la Academia en el Dolby Theatre. Valoro muy positivamente -y es de agradecer- que los encargados de conceder los reconocimientos de mayor prestigio del mundo del cine se inclinen por nominar y premiar a cintas que dan un paso hacia adelante y arriesgan por un estilo personal y un registro de denuncia social. Un año más, mi categoría favorita no defrauda. 
El insulto es, sin ningún tipo de duda, la mejor experiencia que he tenido en un cine en el último año. El director libanés, Ziad Doueri, construye esta cinta tremendamente estimulante desde el punto de vista intelectual, llena de matices perfectamente abordables y analizables en una clase de ética, religión, historia moderna e incluso derecho. Todo ello rodeado de una tensión y ritmo que van in crescendo con el paso de los minutos, siguiendo fielmente los raíles marcados por un guion redactado con una enorme astucia.
Ambientada en Líbano, refleja y explica a la perfección, en forma de parábola, el origen y el porqué de la ausencia de soluciones del conflicto que existe en este pequeño país de Oriente Medio desde hace medio siglo. Una nación inmersa en una dura y cruenta realidad difícil de evitar. Todos sus cohabitantes se enfrentan diariamente a las secuelas políticas y sociales que dejó la guerra del Líbano iniciada en 1978; un conflicto bélico que duró más de diez años y en el que odiar fue fácil, con innumerables enfrentamientos entre paisanos y cometiéndose auténticas barbaridades justificadas en su momento únicamente por el mero hecho tener unas creencias diferentes o unos ideales políticos ajenos a los propios. Los años han pasado, pero el odio y el rencor aún quedan latentes en una sociedad que aun buscando la paz y la calma, no logra encontrarla. 
El gran mérito de la película de Doueri es precisamente la de reflejar esa sociedad en la que las pequeñas diferencias que puedan surgir entre dos personas de diferentes religiones se vuelven insalvables, siendo el orgullo y el rencor los encargados de ir agrandando una distancia que ya de por sí era extensa, llegando a provocar una problemática de dimensiones a priori inimaginables en todos los aspectos -personal, social y política-. El diminuto copo de nieve se convierte en una pequeña bola de nieve que de rodar y rodar ladera abajo sin nadie que la frene acaba siendo un alud imparable que acarreará consecuencias nefastas.
A pesar de su alta carga intelectual, se representa de forma sencilla, accesible para todos -en absoluto densa-, de tal manera que todos podamos involucrarnos en la problemática e intentar entender de una forma un poco más cercana un tema de interés global que sigue apareciendo de forma intermitente en los medios de comunicación. Expone unos interesantes argumentos a favor y en contra de ambos bandos -a través de una más que elaborada construcción de los personajes-, que hará virar tu apoyo hacia uno, otro o ninguno de los personajes. 
Sin duda se trata de una minuciosa disección de una sociedad cada vez más fraccionada, en forma de drama judicial efectivo y con un mensaje contundente que no deja indiferente. En todo momento evita el posicionamiento, sino que solo busca lanzar un mensaje al mundo animando a todos a buscar esa paz que no acaba de llegar a Líbano. La moraleja, bien sencilla, que no deberíamos olvidar: tenemos una enorme responsabilidad en todas y cada una de las palabras que emitimos, pues no hay que infravalorar el poder del lenguaje, origen de todo conflicto y de todo perdón.

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