LAND OF MINE: La guerra no acaba cuando se firma la paz

Land of mine (Under Sandet, Martin Zandvliet, 2015, DAN)


El cine danés -y ya es bien conocida mi debilidad por las producciones de este y otros países nórdicos- vuelve a dejarnos una película digna de ser vista y merecedora de darle una oportunidad en vuestras pantallas de casa. En este caso una cinta bélica en la que no llega a dispararse ni una sola bala. Cierto es que reconocimiento internacional no le ha faltado, alcanzando la cumbre en el momento que fue nominada a Mejor película de habla no inglesa, que como en otras ocasiones ya he defendido, en mi opinión es la categoría más jugosa de los premios que cada año otorga la Academia en Los Ángeles.
Recogiendo el testigo de otros grandes directores nacionales como Bille AugustLars Von Trier, Susanne Bier, Thomas Vintergerg o Nicolas Winding Refn, parece que le ha llegado la madurez detrás de la cámara a Martin Zandvliet, quien decide basarse en un momento histórico tan apasionante como desconocido para muchos. Acabada la ocupación nazi en Dinamarca, los presos de guerra del ejército alemán serán los encargados de desactivar todas las bombas que su ejército colocó en las costas occidentales de la península nórdica. Primer acierto del joven filminstruktør quien solamente poniendo en situación mediante el texto inicial logra que el espectador se ahonde en su butaca y no quiera salir de allí.

Con un estilo narrativo austero y crudo, siguiendo la escuela nórdica se coloca en el punto intermedio perfecto respecto a unos personajes que -recordemos- no dejan de ser más que enemigos del país a pesar de no llegar algunos de ellos siquiera a la mayoría de edad.
La sutil y prácticamente inexistente banda sonora acompaña principalmente en los momentos más tensos: aquellos en los que un solo mal gesto, unos centímetros más allá o más acá, una presión más elevada de la adecuada podría provocar que la mina explosione dejándonos un personaje menos en nuestra historia. Esos nervios a flor de piel te dejan sin respiración cada vez que nuestros jóvenes soldados proceden a desactivar una de esas temibles máquinas de matar ocultas a escasos centímetros de la superficie de la playa.
El otro gran hito a destacar es la constante evolución de los personajes en función de los hechos circundantes. El proceso de humanización de los personajes en unos tiempos en los que esta cualidad brillaba por su ausencia es palpable conforme avanza la trama. Se forjan confianzas duras de trabajar y fáciles de quebrar. Eso sí, no todo iba a ser perfección. Esta humanización, en algunos lances de la película se pasan claramente de frenada, especialmente al final de la película, otorgando únicamente unos minutos de inverosimilitud, suficientes para hacernos darnos cuenta de que no es la realidad, sino que también hay parte de ficción. 
Y es que la realidad y la ficción siempre han estado más cerca de los que imaginamos. Más aún si echamos la vista atrás y oteamos en el horizonte las barbaridades que nuestros antepasados llevaron a cabo durante esa inolvidable II Guerra Mundial
Ojalá eso sí hubiera sido solo ficción...

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