EL PROFESOR: Retrato de un sistema educativo decadente

NOTAS:

FilmAffinity: 6.9/10
ImBD: 7.7/10
ECO: 10/10

FICHA TÉCNICA:

Título original: Detachment
Año: 2011
País: Estados Unidos
Director: Tony Kaye
Guion: Carl Lund
Reparto: Adrien Brody, Christina Hendricks, Sami Gayle, Marcia Gay Harden, James Caan, Lucy Liu, Tim Blake Nelson, Bryan Cranston, Blythe Danner, William Petersen, Betty Kaye

SINOPSIS:

A un instituto lleno de alumnos problemáticos y con unos resultados académicos muy bajos, llega Henry Bathes, un profesor sustituto que posee un auténtico don para conectar con los alumnos. Pero Henry prefiere ignorar su talento. Al trabajar sólo sustituciones, nunca permanece bastante tiempo en un instituto como para mantener una relación afectiva con sus alumnos o sus compañeros. Cuando llega a este instituto donde una frustrada administración ha conseguido volver totalmente apáticos a los alumnos, Henry no tarda en convertirse en un ejemplo a seguir para los adolescentes. Logra una conexión emocional con los alumnos, con los otros profesores y con una adolescente prostituta a la que recoge en la calle. Puede que gracias a ellos se dé cuenta de que no está solo en su desesperada búsqueda de la belleza en un mundo aparentemente falto de amor y lleno de maldad. (Fuente: FILMAFFINITY)

CRÍTICA:

Allá por el año 1999, un totalmente desconocido Tony Kaye saltó a la primera plana del mundo del cine mediante la polémica y aclamada American History X (Idem, 1999), obra que sin duda recomiendo a todos, aunque no requiere de ECO, por ser ya omniconocida. 12 años hemos tenido que esperar hasta poder volver a ver una película de este director en los cines. En este caso no se trataría de un film sobre el mundo de los neonazis, ni de un drama carcelario en el sentido literal -pero quizás sí en el metafórico-. Esta vez, sin renunciar a hacer cine, como ya haría en el 1998, su crítica se centró en el sistema educativo, dibujando un duro retrato de la decadencia de la educación en los institutos de los EEUU.

2011 fue un año de pobre cosecha para la industria hollywoodiense. Imaginaos cómo de baja fue la calidad de las cintas, que la película ganadora de la mayoría de premios fue una película no-estadounidense: la francesa The Artist (Idem, Michel Hazanavicius, 2011), sin quitarle ningún mérito a esta, claro está... No fue el año del Mainstream, ya que los grandes títulos que dejó la industria yankee ese año son, en su mayoría, cine independiente: Drive (Idem, Nicolas Winding Refn, 2011), Warrior (Idem, Gavin O’Connor, 2011) y la susodicha El profesor.
Quizás sea una simple manía, o tal vez un mecanismo de defensa en forma de instinto, pero siempre me ha gustado conocer los aspectos negativos de todo antes de conocerlo en profundidad. Creo que es la manera de que algo, finalmente, no te decepcione. Por este motivo, empezaré destacando lo que en mi opinión, es lo peor de esta película. Sin ninguna duda: la traducción del título. Una vez superado este pequeño bache, el resto es dejarse llevar por un arduo, desolador y solitario paraje cuyas imágenes aisladas son bellas en su mayoría pero con un trasfondo áspero como es el desierto emocional que estamos presenciando.
Claramente hay un personaje principal, el profesor Bathes -interpretado por un sublime Adrien Brody que, desde su alabada interpretación en El Pianista (The Pianist, Roman Polanski, 2002), había pasado discretamente, con más penas que gloria, por el panorama del séptimo arte-, que soporta todo el peso del guion. Un personaje muy complejo, que podría estar sacado, perfectamente, de una novela de Albert Camus. Se trata de una persona que vive inmerso en una absoluta y total indiferencia hacia todo lo que le rodea e incluso –o, más bien, sobre todo- hacia sí mismo; un alma torturada que vaga a ciegas por el universo en busca de algún destello de belleza; un nómada atormentado por un oscuro pasado que se le reaparece una y otra vez en su mente en forma de borrosos recuerdos teñidos de rojo… Y, probablemente esté ahí la clave del filme: en entender, comprender y empatizar con él, con su forma de ser y con el porqué de su estilo de vida, la provisionalidad de su vida y de todos sus actos, e incluso de su profesión: profesor sustituto. Los vínculos emocionales y profesionales que establece siempre son pasajeros, temporales, finitos… y es así como quiere que sean. Lo busca expresamente así, para no tener que conectar con nadie, no tener que echar raíces y así evitar decepciones y sufrimientos en vano.
Respecto a la interpretación de Brody, cabe destacar no solo lo que muestra a cámara, sino también lo que no muestra; lo que inhibe o bloquea para hacer más evidente la indiferencia del personaje -quizás lo más difícil y, a la vez, logrado- de su soberbia interpretación.
El director, en su ambición por construir un mensaje contundente, no se limita solo a mostrar las escenas presenciadas por nuestro indiferente protagonista, sino que aprovecha el excelente elenco de actores secundarios para darle más fuerza. Queda manifiesta mediante la introducción de otros personajes importantes para Bathes, como son el abuelo (Louis Zorich), su único familiar y único vínculo que existe con su oscuro pasado; Erika (la debutante Sami Gayle), una joven prostituta a la que acoge altruistamente y que irá influyendo poco a poco en su vida -muy a su pesar-; Meredith (Betty Kaye, la sobrina del director), una alumna diferente para la que Bathes, además de ser su profesor, será una vía de escape en su vida; y el resto de profesores del instituto (Marcia Gay Harden, James Caan, Christina Hendricks, Lucy Liu, Bryan Cranston, William Petersen…), mostrándonos escenas de sus vidas, tanto dentro como fuera del centro educativo. ¿Qué pretende con esto último? Está claro. Enseñar que la “desgracia” de ser profesor hoy en día, no se limita únicamente a las horas que transcurren en el instituto, sino que también repercute en el resto de aspectos de sus vidas: en sus relaciones, en sus familias, en sus ambiciones personales, en su autoestima, en su salud…
Es curioso ver que cada uno de los profesores decide enfrentarse a los problemas rutinarios del instituto de maneras totalmente diferentes. Unos optan por dejarse llevar e impartir su clase aunque nadie escuche, sin ni siquiera intentar remediar esa situación, rezando para que la jornada laboral acabe pronto; otros, combaten la rebeldía de sus alumnos mediante el sarcasmo; otros se derrumban delante de ellos, viendo como tiran día a día sus futuros y vidas… A pesar del enfoque particular de cada profesor, hay algo que tienen en común: la frustración que provoca el no haber conseguido sacar adelante a sus alumnos.
Es impresionante la de recursos y técnicas que utiliza Kaye –cuya especialidad es la fotografía, y se hace notar-, como, por ejemplo, el uso de imágenes dibujadas sobre pizarra que simbolizan los pensamientos y metáforas que rondan la mente de nuestro personaje, y que añaden un plus de angustia y ansiedad a la propia esencia de la situación; el uso de la expresión del protagonista directamente a la cámara, en formato de falso documental, mediante el cual nos facilita que nos identifiquemos con él, a la vez que nos pasa el testigo, para que seamos nosotros ahora los que luchemos por cambiar este sistema educativo; el uso de planos a cámara lenta, en la que se nos muestra un instituto en ruinas –metafóricamente, la educación descuidada por la sociedad- mientras una voice-over -lo que coloquialmente denominamos voz en off- recita unos versos de Edgar Allan Poe. 
Es pura poesía. Poesía angustiosa y desoladora sobre el sufrimiento interno que provoca la esperanzada búsqueda de una anhelada belleza que uno no llega a encontrar en este mundo carente de perfección. Pero sigue siendo poesía. Como bien la describió el crítico Antonio Trashorras (revista Fotogramas): “(Detachment) vuela como una mariposa en pantalla y pica como una avispa en el cerebro”. Puede que te guste o no. Puede que te encante o que te produzca repulsión. Pero algo está claro: no te dejará indiferente.

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